Serie: El Duque según los astros
Las formas cambiantes del deseo
“El
Duque nunca buscó una mujer. Buscó una emoción. Una resonancia. Un
misterio que le hablara del alma, del cuerpo o de Dios. Pero no siempre
fue capaz de distinguir entre lo que deseaba y lo que proyectaba. Por
eso amó de tantas formas distintas... y por eso tantas veces se sintió
traicionado.” Porque, en el fondo, él no buscaba una compañera, sino un
espejo del misterio que lo habita.
✦ I. Entre la tierra y el cielo
Lleva consigo una profunda paradoja: anhela una visión espiritual de la vida, pero también teme perder la seguridad que le ofrece la materia. Por eso, de joven eligió una mujer con quien compartía fines materiales: una casa, una estructura, un deber. Pero a medida que su alma se expandía, empezó a sentir que esa mujer —o más bien, lo que ella representaba— lo retenía.
"Cuanto más se eleve su visión espiritual, más sentirá que está dejando atrás a su pareja."
Y es ahí donde proyecta: no es ella quien lo frena, sino sus propios temores a romper lo establecido. El conflicto no está fuera, sino dentro. Y si no lo asume, puede cargar sobre ella una culpa que no le pertenece. Puede que su esposa sea más doméstica, o simplemente más real. Pero él, en su afán de elevarse, corre el riesgo de humillarla.
✦ II. Beatriz y el reflejo del alma
Cuando rompe con una relación convencional, no lo hace para quedarse solo. Lo hace para buscar algo más elevado. Algo que, a veces, solo existe en su mente. Así aparece la mujer idealizada: aquella que representa lo que él busca desarrollar en sí mismo.
Pero confunde el símbolo con la persona. Cree que ella lo llevará al paraíso, como la Beatriz de Dante. Sin embargo, olvida que la Beatriz real murió siendo niña, y que la del poeta era una invención espiritual. Si espera encontrar la redención a través de una mujer, terminará por exigirle lo imposible."Puede descubrir que proyecta este anhelo en una mujer que parece personificar todas esas misteriosas cualidades que está procurando desarrollar."
Y no deja de ser revelador que tres de las mujeres más influyentes de su vida compartan ese mismo nombre: su primera esposa, una chilena llamada Beatriz; su primogénita, fruto de ese primer matrimonio, también llamada Beatriz; y por último, su amante más escandalosa y desconcertante, Bernarda, quien adopta como alter ego público el nombre de Beatriz BQ.
Qué fascinante símbolo: tres mujeres llamadas Beatriz orbitando en torno al Duque. No es casual. En el universo simbólico y astrológico, las repeticiones de nombres suelen señalar arquetipos cíclicos: una misma energía que insiste, que se transforma y regresa con un nuevo rostro para enfrentar al sujeto con una lección no resuelta.
Es como si ese nombre, cargado de resonancias poéticas, se convirtiera en una especie de hilo conductor en su biografía amorosa: una constante que refleja su necesidad de encontrar, proyectar o invocar una guía espiritual encarnada en figura femenina. Pero cada “Beatriz” le devuelve una imagen distinta: la del hogar perdido, la de la hija que lleva su sangre, y la del deseo narcisista disfrazado de revelación.
Tal vez ninguna de ellas ha sido esa guía celestial.
Tal vez todas lo han sido, en parte.
Porque en el fondo, lo que él busca no es una mujer, sino un espejo que le revele el alma.
🌒 Interpretación simbólica del nombre "Beatriz"
Beatriz
viene del latín Viatrix, "la que hace el
viaje". En la Divina Comedia de Dante,
Beatriz es la guía espiritual, la que lleva al poeta del
infierno al paraíso. No es solo una amada: es una iniciadora.
Curioso, ¿no? El Duque pasa por tres Beatrices como si cada una fuera un tramo
del viaje:
- La que lo ancla al mundo material
- La que lo continúa en la sangre
- La que lo arrastra hacia la transformación
La Trilogía de Beatriz: un arquetipo en tres actos:
1.
Beatriz I (la primera esposa)
Su primogénita, también Beatriz, encarna el legado.
Una mujer joven con quien comparte un lazo de sangre, pero también de tensión emocional: su nacimiento coincidió con un periodo de madurez abrupta, quizás prematura, que él nunca terminó de aceptar.
El Duque nombra a su hija igual que su esposa: ¿homenaje? ¿Repetición? ¿Destino?
Su amante más intensa y desafiante, que no por casualidad adopta el nombre de la guía espiritual de Dante. Escandalosa, narcisista, imantada por el poder del espectáculo y de la transgresión, ella parece representar la cara más oscura y teatral de ese ideal femenino que él busca redimir, pero también dominar.
✦ III. Atractivo en mujeres extrovertidas
Otra de sus caras lo lleva hacia mujeres carismáticas, abiertas, sociales. Mujeres que ríen con facilidad y son queridas por todos. Ellas encarnan algo que él ha tenido que ganarse a pulso: la pertenencia.
"Una relación así puede resultarle muy satisfactoria, pues ella puede ayudarle a sentirse más como un miembro de la raza humana y menos como E.T."
Pero con frecuencia, sufre. La adora, pero también la envidia. Siente celos de su facilidad, de su popularidad. Y entonces aparece la sombra: las críticas veladas, los silencios pasivo-agresivos, el deseo de poseerla.
Debe aprender a compartir su vulnerabilidad sin necesidad de controlar. Porque estas mujeres podrían ser su ancla al mundo, pero también su espejo más incómodo.
✦ IV. La impostura de la rutina
Aparenta necesitar estabilidad. Habla de fidelidad, de hogar, de pertenencia. Pero, secretamente, anhela el desorden. No necesariamente para ser infiel, sino para respirar. Para tener una vida, una identidad propia. Una habitación propia. Una ventana por donde escapar.
"Hay algo en usted que necesita imprevisibilidad en su vida personal."
Si no reconoce esta necesidad, terminará buscando mujeres que la expresen por él: rebeldes, cambiantes, caóticas. Y entonces se quejará del drama que él mismo generó.
A veces basta con un pequeño pacto: dividir la casa en estancias separadas, escapadas, silencios. Un margen. Un respiro. Porque no hay relación estable sin cierto margen de libertad.
✦ V. Corrientes emocionales ocultas bajo la superficie del amor
Puede dar la impresión de que, en su vida íntima, al Duque le ocurren cosas que no logra controlar del todo, y que le generan una profunda frustración. Ya sea por pérdidas tempranas, separaciones abruptas o vínculos con mujeres mucho más complejas de lo esperado, lo cierto es que sus elecciones amorosas revelan un anhelo poco convencional: no busca simplemente amor. Busca transformación. Catarsis. Revelación.
Pero esa búsqueda lo empuja, una y otra vez, a mujeres que han atravesado heridas, batallas o márgenes. Mujeres que lo confrontan, lo desarman, lo arrastran al submundo emocional donde la lógica no opera y el alma tiembla. Hay en él una atracción inconsciente por la tragedia, por lo dionisíaco, por la sombra. Y si no reconoce esa fascinación —esa dimensión bestial del deseo— puede acabar sintiéndose víctima de sus propias elecciones.
Su amor no es suave ni sencillo. No se parece a los modelos románticos de manual, ni a las promesas de paz emocional de la modernidad bien pensante. No es amor de revista. Es amor de novela rusa. De tragedia griega. Un amor atravesado por emociones primitivas como la envidia, la posesión, el deseo de poder. No son patologías: son facetas del alma humana. Y si no las reconoce en sí mismo, buscará mujeres que las encarnen… y luego les culpará por el caos que lo habita.
Porque lo que busca, en el fondo, no es la calma.
Es la verdad que emerge cuando el alma toca fondo.
Y eso, para bien o para mal, se llama intensidad.
El modelo de la clase de pareja que necesita no lo encontrará en revistas femeninas ni en panfletos políticos.
Y, sin embargo, terminó casado con una reina de la prensa rosa.
El alma tiene un sentido del humor oscuro.
No
es casual que el Duque haya amado a mujeres tan distintas. En todas
ellas, algo de sí mismo le fue revelado. Porque no busca el amor. Busca
conocerse. Y en ese viaje, el otro es solo el umbral.
✦ Epílogo: El espejo y la máscara
El Duque se describe como un buscador del alma. Pero a veces —muchas veces— no busca el alma del otro, sino su reflejo. Detrás del deseo de comprender, hay también una necesidad de ser admirado, validado, incluso idealizado. Por eso se rodea de mujeres fascinantes, complejas, inasibles. No sólo porque lo inspiran, sino porque, al conquistarlas, conquista algo de sí mismo.
Pero ese juego de espejos es riesgoso: cuanto más se proyecta en el otro, menos puede ver quién realmente es. Y cuando la imagen ya no devuelve luz, sino sombra, el Duque se retira, herido, culpando al otro por no ser el ángel que soñó.
Quizá su mayor miedo no sea amar… sino ser visto sin máscara.
Porque bajo la máscara no hay un villano, ni un héroe, ni siquiera un seductor.
Hay un hombre que busca, que teme, que no sabe si es digno de lo que anhela.
Y aun así, sigue. Porque si algo tiene este Duque es que nunca se rinde.
Aunque tropiece con los mismos espejos una y otra vez,
siempre está dispuesto a mirar.
🔮 Próximamente en esta saga astrológica:
En las siguientes entregas exploraremos en profundidad las sinastrías que marcaron los tres vínculos más determinantes en la vida del Duque:
✦ Su primer matrimonio con Beatriz I, la esposa tradicional.
✦ Su segundo matrimonio con Blanca de las Nieves, la mujer de la resistencia silenciosa.
✦ Y por supuesto, su apasionada y polémica relación con Bernarda Barbacoa, alias Beatriz BQ, el huracán emocional que lo enfrentó a su sombra.
Cada una de estas sinastrías revelará no solo el destino compartido, sino las heridas, proyecciones y lecciones que los astros tejieron entre ellos.
Spoiler astrológico: ninguna fue casual. Cada encuentro pareció inevitable… y profundamente transformador.
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